SIA

Un disco es la celebración de una vida dedicada al sublime placer de engendrar arte.

David Bowie ha muerto. La leyenda que a penas comenzaba a digerir dada mi inexperiencia con los grandes nombres de la música y que recientemente se había ganado un espacio en este blog a raíz de su absoluta genialidad nos ha dejado, y la noticia no podría resultarme más lamentable. Lamentable porque D no me dio el tiempo suficiente para celebrar junto a él su último disco, "Blackstar", editado hace a penas unos días; lamentable porque por más que me hubiese gustado disfrutar de su grandeza durante cada una de las etapas que siguieron a sus discos, mi juventud me lo impidió. Pude quizá haber gozado de alguna de sus legendarias etapas de finales de los 90s, o de inicios del nuevo milenio, pero hubiese sido de solo un afortunado saber de un grande de la música en sus tiernos años de niñez. 2013 hubiese sido una gran oportunidad para mí verlo brillar en vida -dado el lanzamiento de "The Next Day", su penúltimo disco-, pero, si bien es cierto me gustó "The Next Day", el sencillo, no sé por qué razón le fui perdiendo el rastro al disco y nunca lo terminé de escuchar. Supongo que eran tiempos en los que el escuchar un disco completo me resultaba pesado -y no aburrido- a menos que se tratase de uno de mis artistas favoritos, aquellos que me han acompañado desde que tengo uso de razón. No me puedo quejar del todo de esto último, puesto que cada disco que escuché lo hice con el más absoluto amor por el arte, pero no sé por qué razón siento que con algo de David entre mi colección de favoritos todo me hubiese resultado aun más grandioso. En fin, David se ha ido y no me ha dejado más que disfrutar de su enorme legado sin la idea de él vivo en este planeta. Es una gran pena.